La Guerra Mundial de 1914, tuvo para el país y para la entonces Provincia de Antofagasta, un impacto muy favorable, como se pensaba que tendría una larga duración, los países beligerantes, adquirían grandes cantidades de salitre, para proveerse de la sal imprescindible en la fabricación de la pólvora. Al mismo tiempo, los industriales intentaban producir la mayor cantidad posible de salitre, para satisfacer la demanda de los países involucrados en el conflicto. Pero, la realidad fue diferente, la decisión de los Estados Unidos, de involucrarse en la Guerra, a favor de los aliados, puso fin a la beligerancia, antes de los esperado y en 1918 se estaba celebrando la Paz con Alemania. El término del conflicto, dio inicio a la tragedia económica de Chile y de las provincias de Tarapacá y Antofagasta.
Sin embargo, el comienzo del Siglo XIX, con el aumento de la producción salitrera, influyó en que Antofagasta incrementara su esquema urbano, la ciudad, avanzó hacia el oriente y el norte, donde se posesionó la población de más escasos recursos, ya que los terrenos eran gratituitos. Así nacieron las poblaciones Miramar y Norte.
Se consolidaban los tranvías «a sangre», cuyas líneas permitían llegar hasta la Avenida Brasil y las calles del centro. La ciudad progresaba, el Salitre era el motor que la movía. Además, en los primeros años, funcionó la Fundición de Huanchaca, que derretía los metales traídos desde Bolivia. En su entorno, se formó una población. Desafortunadamente, ocurrieron dos circunstancias que la paralizaron: La inundación de las minas bolivianas y el bajo precio en que se cotizó la plata.
En 1901, se inicia la construcción del Ferrocarril al Norte (Longino). Se abren zanjas en las calles del centro para los tubos de alcantarillado, cuatro años más tarde, se inaugura el Club Hípico. En febrero de 1905 visitó la ciudad el presidente de la República, Don German Riesco, lo recibieron el Intendente, Don Carlos Merino Carvallo y el Obispo, Don Luis Silva Lezaeta.
Avanzado ya un lustro del entonces nuevo siglo, en Febrero de 1906, los trabajadores del Ferrocarril se declararon en huelga. La empresa no escuchó sus peticiones: Aumento de sueldo y dar media hora más a los trabajadores que iban almorzar a sus casas. La terquedad de la empresa impulsó la violencia de los huelguistas, volcaron una locomotora y radicalizaron sus acciones. En estas circunstancias, el Intendente cometió el error de entregarles armas a jóvenes que formaron una “Guardia Blanca”. Como siempre, el Gobierno envió marineros para poner orden. En la Plaza Colón, los huelguistas celebraban un comicio. Un disparo al bulto los espantó y huyeron hacia la calle Balmaceda, donde estaban apostados los marinos, que estimándose atacados, dispararon sobre los obreros, produciendo una matanza.
No todo fue desgracias. Recuperada la paz social se nos apareció la histórica conmemoración del primer Centenario de la Independencia. La celebración, fue la oportunidad para que las colonias extranjeras, hicieran regalos a la ciudad: El León (Obsequiado por los Españoles) El reloj de la Plaza (Obsequiado por los Ingleses) el Odeón (Obsequiado por los Croatas) la Portada del Cementerio (Obsequiado por los Chinos) los Luchadores (Obsequiado por los Griegos) En la Avenida Brasil, se inauguró el Parque Centenario, bancos de ese parque y de la Plaza colón, fueron obsequios de los Turcos.